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PADRE FREDY MÉNDEZ

Padre Fredy Méndez.

viernes, 16 de abril de 2021

Guatemala estará de fiesta: tendrá diez nuevos beatos

Se trata de los mártires de Quiché, entre los que se encuentra un niño de apenas doce años de edad

Poco a poco, según transcurren los años de relativa estabilidad política y ausencia de conflictos armados internos, en Guatemala –como en el vecino país de El Salvador—se va reconociendo la sangre del martirio, semilla de nuevos cristianos, según el célebre dicho de Tertuliano allá por el año 197.

El próximo 23 de abril, la Guatemala católica contará con diez nuevos beatos. Se trata de los llamados “mártires de Quiché”, siete laicos y tres sacerdotes, entre ellos un niño de apenas doce años de edad, asesinados, como lo reconoce el decreto autorizado por el Papa Francisco el 23 de enero de 2020, por odio a la fe entre 1980 y 1991.

En su mensaje con motivo de la Beatificación del Padre José María Gran y nueve compañeros Mártires de la Diócesis de Quiché, la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG) proponen a estos católicos martirizados “como un ejemplo a seguir para todos los que creemos en el Señor”.

Citando un mensaje de sus homólogos de El Salvador, los prelados guatemaltecos señalaron que el martirio es “el mayor testimonio de fe porque reproduce fielmente a Cristo, dando su vida para que otros tengan vida en abundancia”, al tiempo que agradecieron el don de la vida de los mártires de Quiché “y el ejemplo de su fidelidad”.

¿Quiénes fueron?

Los tres sacerdotes que será beatificado eran nacidos en España y formaban parte de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús:

–El padre José María Gran Cirera fue enviado a Guatemala en 1975, donde trabajó con los pobres y los indígenas. Fue asesinado el 4 de junio de 1980 junto con el sacristán y catequista Domingo del Barrio Batz cuando regresaban de una visita pastoral a unos pueblos.

–El padre Faustino Villanueva Villanueva fue enviado en 1959 a Guatemala, donde desempeñó responsabilidades pastorales en varias parroquias de la diócesis de Quiché. Fue asesinado el 10 de julio de 1980.

El padre Juan Alonso Fernández fue enviado a Guatemala en 1960, el mismo año de su ordenación. De 1963 a 1965 fue misionero en Indonesia. A su regreso a Guatemala, fundó la parroquia de Santa María Regina en Lancetillo. Fue torturado y asesinado el 15 de febrero de 1981.

Los siete laicos son: Domingo del Barrio Batz, casado (asesinado junto al padre Cirera); Juan Barrera Méndez, de doce años, miembro de la Acción Católica; Tomás Ramírez Caba, casado, sacristán; Nicolás Castro, catequista y ministro extraordinario de la Comunión; Reyes Us Hernández, casado, dedicado a actividades pastorales; Rosalío Benito, catequista y agente de pastoral; Miguel Tiu Imul, casado, director de Acción Católica y catequista.

¿Qué significan para Guatemala?

Cuatro mártires pertenecientes a las diócesis de Sololá, Chimaltenango, Huehuetenango y al Vicariato Apostólico de Izabal desde 2017 a la fecha han sido ya beatificados. Ahora es la diócesis de Quiché la que le regala a estos mártires cuya vida, dicen los obispos de la CEG, “se caracterizó por sus obras”.

“Su convencimiento que el cristiano no puede desentenderse de la realidad en que vive ni mucho menos encerrarse en un individualismo egoísta cerrado a las grandes necesidades de sus pueblos y comunidades en aquel momento histórico en el que vivían les ayudaba a entender la vida como un tiempo de gracia que los impulsaba a vivir en una tensión continua hacia la eternidad sin dejar de tener los pies en la tierra”, continuaron diciendo en su mensaje los prelados guatemaltecos.

El significado del martirio llena la mirada de la Iglesia que peregrina en Guatemala “de admiración y afecto”. Los obispos, a nombre del pueblo fiel de esta nación centroamericana, aprecian en los nuevos beatos “su testimonio de amor y fidelidad” y reconocen en ellos “el don maravilloso que el Señor les concedió para servir al Evangelio con todas sus fuerzas, con toda su alma, con sus luchas, con su trabajo, con toda su sabiduría, hasta derramar su sangre.”

Los obispos guatemaltecos terminan su mensaje diciendo: “Esta beatificación nos permite reconocer que el martirio ha sido y es una gracia concedida a nuestra Iglesia. Gracia que nos compromete, nos fortalece y nos inspira para afianzar la construcción del Reino de Dios en nuestros Pueblos”.

 

lunes, 12 de abril de 2021

Guatemala Mártires de Quiché: “Valiente denuncia de un sistema de muerte”

 A 15 días de la beatificación de los tres presbíteros españoles y siete compañeros laicos guatemaltecos asesinados por odio a la fe, entre 1980 y 1991, Monseñor Bianchetti dirige un mensaje a las comunidades de la diócesis, “memoria viva” de los mártires.


Alina Tufani – Ciudad del Vaticano

“A lo largo de los años las comunidades de nuestra diócesis han mantenido viva la memoria de quienes han entregado su vida después de haber seguido a Jesús en la misión de hacer que el Reino de Dios se hiciera presente en sus comunidades”. Con estas palabras inicia la carta de monseñor Rosolino Bianchetti Boffelli, Obispo de Quiché, a pocos días de la beatificación, el 23 de abril, de los llamados “Mártires de Quiché”.

El 23 de enero de 2020, el Papa Francisco autorizó la publicación de los decretos de reconocimiento del martirio de 3 sacerdotes y 7 laicos, entre ellos un niño de 12 años, asesinados por odio a la fe entre 1980 y 1991. Se trata de los presbíteros José María Gran Cirera, Faustino Villanueva, Juan Fernández, misioneros españoles de la congregación del Sagrado Corazón de Jesús, y de Juanito, Rosalío, Miguel, Reyes, Tomás, Nicolás y Domingo, siete compañeros laicos guatemaltecos, todos asesinados en El Quiché, en el marco de un régimen militar y un conflicto armado que inició en los años 60’ y concluyó en 1996 con los acuerdos de paz.

En su carta, publicada por la red de Radios católicas de Quiche, monseñor Bianchetti  reitera que se trata de una “memoria latente y más viva que nunca”, gracias a la cual se pudo reconstruir la entrega hasta la muerte de esos mártires, con el testimonio de fieles que no solo pudieron convivir y trabajar “codo a codo” con ellos, sino dar un conocimiento más profundo acerca de sus vidas de fe y de cómo, en medio de una situación muy difícil, pudieron decir sí al Señor.

“Este material ampliado con otras declaraciones fue entregado a Roma en la Congregación de la Causa de los Santos en el mes de marzo de 2013. Toda esta información que salió de las comunidades en donde trabajaron los tres sacerdotes y los siete laicos, sirvió como base para que hoy nuestra Iglesia, por medio del Papa Francisco, los reconozca como mártires”, escribe mons. Bianchetti.

El obispo de Quiché, habla del reconocimiento del martirio por la Santa Sede, como una noticia que llena de esperanza a la Iglesia que camina en Quiché, “tierra regada con la sangre” de sus mártires.

“Su vida se caracterizó por las obras como promotores de la justicia, de la paz y de una vida que estuviera de acuerdo al proyecto de Dios, nuestro Padre; impulsados por el amor a la verdad, la justicia, la libertad y por los pobres y excluidos”, explica. Todo ello, explica, desde sus propias comunidades en las que quisieron construir una vida más digna, en ese momento disminuida por las injusticias, la codicia y la discriminación.

“Hasta el día de su martirio trataron de abrir espacios para ofrecer a todos una alternativa de vida frente a políticas gubernamentales de muerte expresadas mediante la represión, los secuestros y las masacres”, afirma el prelado.

Monseñor Bianchetti recuerda que los mártires se pusieron al servicio del Reino de Dios en medio de una “persecución declarada a la Iglesia”, sin que se  “echaran para atrás”, a pesar de las amenazas de muerte.

“Nuestros mártires fueron hombres fieles a su vocación cristiana en las circunstancias históricas en las que les tocó vivir, se fueron santificando viviendo en el mundo sin ser esclavos de la mentira, las injusticias y la deshumanización” enfatiza el obispo. Y más adelante agrega: “Soñaron y se empeñaron para construir una Guatemala distinta, fundada sobre los cimientos de la verdad, la justicia y el amor fraterno”

Al sostener que los Mártires de Quiché dieron sus vidas para que se mantenga viva en las comunidades  “la esperanza y el compromiso que nos ha dejado el Señor Jesús, el obispo llama a los fieles guatemaltecos a “fijar su corazón en el testimonio de nuestros mártires”  y al mismo tiempo continuar “la tarea que ellos marcaron con su propia sangre”.

"COMO LOS MÁRTIRES" Himno oficial para la Beatificación en nuestra Diócesis, a celebrarse el 23 de abril de 2021, en la Ciudad de Santa Cruz del Quiché.

lunes, 15 de marzo de 2021

CONOZCA EL PROYECTO CENTRO DE FORMACIÓN SANTA EULALIA

Este día lunes quedará marcado una vez más en la historia de nuestra Parroquia Santa Eulalia Virgen y Mártir, oficialmente ha iniciado el trabajo para el proyecto Centro de Formación que Dios se alcanzará gracias a todos los campos de esta Parroquia.


Centro de Formación Pastoral Santa Eulalia, ha sido un proyecto que se ha venido hablando desde hace años, hasta que hoy se cumple este sueño, con la colocación de la primera piedra por nuestro Párroco Fredy Méndez, consejo Parroquial y Comité de Construcción, en un acto de banderazo de salida, se da por iniciado este proyecto.

Las aportaciones de los feligreses de esta Parroquia y de los que se encuentran en EEUU serán fundamentales para trabajar y avanzar este proyecto. La invitación para seguir aportando a través de los reportes a nuestros relacionistas exteriores y Párroco Fredy Méndez.

Confiamos en Dios que este sueño que hoy iniciamos podamos terminarlo con el mismo anhelo.

“La comunidad parroquial es el corazón de la vida litúrgica; es el lugar privilegiado de la catequesis y la educación en la fe”. San Juan Pablo II

PROMOCIÓN DEL PROYECTO Y SU DISEÑO ORIGINAL


MISA DE INAUGURACIÓN DE TRABAJOS Y COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA 


miércoles, 24 de febrero de 2021

Un día como hoy San Francisco de Asís decidió llevar una vida de pobreza

Un día como hoy, 24 de febrero, San Francisco de Asís tomó la decisión de llevar una vida de pobreza, que con el tiempo causaría la fundación de las órdenes franciscanas.


Era el año 1208 y, según recuerda la Curia General de la Orden de Frailes Menores Capuchinos, San Francisco, durante una Misa en la hoy Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís (Italia), “escuchó las palabras del Evangelio sobre el envío de los apóstoles y las tomó como un mensaje enviado personalmente para él”.

Se trataba del capítulo 10 del Evangelio de Mateo, en el que el Señor envía a sus apóstoles y les instruye a no llevar “oro, ni plata, ni dinero en sus bolsas, ni alforja para el camino ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón”.

De acuerdo al sitio web franciscano, San Francisco comenzó así “una vida de pobreza extrema, dedicada a los anuncios itinerantes del Evangelio, especialmente el llamado a la penitencia”.

“Él vivió de lo que le ofrecían los habitantes de Asís, a los que comenzó a pedir yendo de puerta en puerta”.

Giovanni Bernardone, nombre de nacimiento de San Francisco, ya había comenzado su conversión pocos años antes.

“Él no tenía la intención de fundar alguna nueva estructura en la Iglesia y no buscaba seguidores o compañeros. Sin embargo, después de algunos meses, ellos comenzaron a llegar a él”, explica la web franciscana.

San Francisco falleció el 3 de octubre de 1226. Dos años después, el Papa Gregorio IX lo proclamó santo.

En el encuentro que tuvo el Papa Francisco con los Representantes de los Medios de Comunicación, el sábado 16 de marzo de 2013, compartió el motivo por el cual, el Santo Padre decidió tomar el nombre de Francisco.

“El nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”, explicó luego que el Cardenal brasileño, Claudio Hummes, le dijera “no te olvides de los pobres”, durante las elecciones.

El Papa agregó que San Francisco de Asís “es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”.

lunes, 22 de febrero de 2021

Hoy se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro

 POR ACI PRENSA 

Cada 22 de febrero, la Iglesia celebra la fiesta de la Cátedra de San Pedro, celebración que se remonta al siglo IV, cuyo sentido es honrar al primado y autoridad del Apóstol Pedro, el primer Papa de la Iglesia.

Esta celebración recuerda la potestad conferida por Cristo a quien es cabeza de la Iglesia cuando dijo, tal como lo relatan los Evangelios: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella".

La palabra "cátedra" significa “asiento” o “trono”, de la que se derivan otros vocablos como “catedral”; es decir, la “cátedra” designa a la iglesia donde un obispo tiene un “trono”, desde el cual gobierna y predica. Sinónimo de “cátedra” es también "sede" (asiento o sitial): la "sede" es el lugar simbólico desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la “sede” del Obispo de Roma, el Papa.

Hoy, la cátedra o sede que se conserva en la Basílica de San Pedro, en Roma, fue donada por Carlos el Calvo al Papa Juan VIII en el siglo IX, con motivo del viaje de su coronación, en épocas en las que el Papa cumplía con la función de ratificar el poder político. En el caso de Carlos el Calvo, el Papa lo coronó emperador romano de Occidente. Este trono se conserva como reliquia, siendo una magnífica composición barroca, obra de Gian Lorenzo Bernini, quien la talló entre 1656 y 1665. La obra de Bernini está enmarcada por pilastras. En el centro se sitúa el trono de bronce dorado, en cuyo interior se encuentra la silla o sede de madera, decorada con un relieve representando la “traditio clavum” o "entrega de llaves". El trono se apoya sobre cuatro estatuas de bronce, que representan a cuatro doctores de la Iglesia. En primer plano, San Agustín y San Ambrosio, por la Iglesia latina; y San Atanasio y San Juan Crisóstomo, por la Iglesia oriental. Por encima del trono aparece un sol de alabastro decorado con estuco dorado rodeado de ángeles que enmarca una en la que está representada una paloma de 162 cm de envergadura, símbolo del Espíritu Santo. Es la única vidriera coloreada de toda la Basílica de San Pedro.

La sede o trono que se conserva como objeto físico, en realidad es la expresión simbólica de la grandeza del poder espiritual de Dios en la tierra, que el cada sucesor de Pedro expresa, además, de evocar la enseñanza de quien es cabeza de la Iglesia y conduce al Pueblo de Dios por el sendero de la historia. “Cátedra” es aún hoy sinónimo de “magisterio” o “enseñanza”. Cuando el Papa habla, enseña, conduce, consuela, guía al rebaño de Dios, y muestra a todos que la Iglesia peregrina hacia su destino final: el encuentro con su Creador. 

Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado durante el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la Misa del Capítulo de San Pedro.

Pidamos por intercesión de San Pedro por el Papa Francisco y por los obispos, para que en todo permanezcan fieles al Evangelio y lo anuncien libre de toda mancha al mundo entero.

viernes, 19 de febrero de 2021

KO KAMICHAL B´AY SAT TX´OTX TI - MCM IGLESIA UNIVERSAL


 Les presentamos el material discográfico más reciente del Ministerio de Canto y Música la Iglesia Universal, con el título Ko kamichal b´ay sat tx´otx´ ti (Nuestra Muerte en la tierra) contiene 13 cantos, entre ellos algunas inspiraciones del Ministerio y otras son interpretaciones. 

Provenientes de la Comunidad Virgen de Fátima (Txajzunil) Parroquia Santa Eulalia Virgen y Mártir, evangelizan a través de la música para el pueblo de Dios.

Pueden solicitar los cantos a través de Radio Santa Eulalia en los números de teléfonos 7765-9845 y 4870-5983 

miércoles, 13 de enero de 2021

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo 2021


El Vaticano difundió este martes 12 de enero el texto del mensaje del Papa Francisco con motivo de la próxima Jornada Mundial del Enfermo que se celebrará el próximo 11 de febrero, en la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. El lema de la Jornada es “Uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos hermanos. La relación de confianza en la base del cuidado a los enfermos”.



A continuación, el mensaje completo del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la 29.a Jornada Mundial del Enfermo, que tendrá lugar el 11 de febrero de 2021, memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, es un momento propicio para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades.

Pienso, en particular, en quienes sufren en todo el mundo los efectos de la pandemia del coronavirus. A todos, especialmente a los más pobres y marginados, les expreso mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que les aseguro la solicitud y el afecto de la Iglesia.

1. El tema de esta Jornada se inspira en el pasaje evangélico en el que Jesús critica la hipocresía de quienes dicen, pero no hacen (cf. Mt 23,1-12). Cuando la fe se limita a ejercicios verbales estériles, sin involucrarse en la historia y las necesidades del prójimo, la coherencia entre el credo profesado y la vida real se debilita.

El riesgo es grave; por este motivo, Jesús usa expresiones fuertes, para advertirnos del peligro de caer en la idolatría de nosotros mismos, y afirma: «Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos» (v. 8).

La crítica que Jesús dirige a quienes «dicen, pero no hacen» (v. 3) es beneficiosa, siempre y para todos, porque nadie es inmune al mal de la hipocresía, un mal muy grave, cuyo efecto es impedirnos florecer como hijos del único Padre, llamados a vivir una fraternidad universal.

Ante la condición de necesidad de un hermano o una hermana, Jesús nos muestra un modelo de comportamiento totalmente opuesto a la hipocresía. Propone detenerse, escuchar, establecer una relación directa y personal con el otro, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio (cf. Lc 10,30-35).

2. La experiencia de la enfermedad hace que sintamos nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro. Nuestra condición de criaturas se vuelve aún más nítida y experimentamos de modo evidente nuestra dependencia de Dios.

 Efectivamente, cuando estamos enfermos, la incertidumbre, el temor y a veces la consternación, se apoderan de la mente y del corazón; nos encontramos en una situación de impotencia, porque nuestra salud no depende de nuestras capacidades o de que nos “angustiemos” (cf. Mt 6,27).

La enfermedad impone una pregunta por el sentido, que en la fe se dirige a Dios; una pregunta que busca un nuevo significado y una nueva dirección para la existencia, y que a veces puede ser que no encuentre una respuesta inmediata. Nuestros mismos amigos y familiares no siempre pueden ayudarnos en esta búsqueda trabajosa.

A este respecto, la figura bíblica de Job es emblemática. Su mujer y sus amigos no son capaces de acompañarlo en su desventura, es más, lo acusan aumentando en él la soledad y el desconcierto. Job cae en un estado de abandono e incomprensión. Pero precisamente por medio de esta extrema fragilidad, rechazando toda hipocresía y eligiendo el camino de la sinceridad con Dios y con los demás, hace llegar su grito insistente a Dios, que al final responde, abriéndole un nuevo horizonte.

Le confirma que su sufrimiento no es una condena o un castigo, tampoco es un estado de lejanía de Dios o un signo de su indiferencia. Así, del corazón herido y sanado de Job, brota esa conmovida declaración al Señor, que resuena con energía: «Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (42,5).

3. La enfermedad siempre tiene un rostro, incluso más de uno: tiene el rostro de cada enfermo y enferma, también de quienes se sienten ignorados, excluidos, víctimas de injusticias sociales que niegan sus derechos fundamentales (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 22). La pandemia actual ha sacado a la luz numerosas insuficiencias de los sistemas sanitarios y carencias en la atención de las personas enfermas. Los ancianos, los más débiles y vulnerables no siempre tienen garantizado el acceso a los tratamientos, y no siempre es de manera equitativa.

 Esto depende de las decisiones políticas, del modo de administrar los recursos y del compromiso de quienes ocupan cargos de responsabilidad. Invertir recursos en el cuidado y la atención a las personas enfermas es una prioridad vinculada a un principio: la salud es un bien común primario.

Al mismo tiempo, la pandemia ha puesto también de relieve la entrega y la generosidad de agentes sanitarios, voluntarios, trabajadores y trabajadoras, sacerdotes, religiosos y religiosas que, con profesionalidad, abnegación, sentido de responsabilidad y amor al prójimo han ayudado, cuidado, consolado y servido a tantos enfermos y a sus familiares. Una multitud silenciosa de hombres y mujeres que han decidido mirar esos rostros, haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana.

La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad. Como cristianos, vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano, herido por el pecado. Unidos a Él por la acción del Espíritu Santo, estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre y a amar, en particular, a los hermanos enfermos, débiles y que sufren (cf. Jn 13,34-35). Y vivimos esta cercanía, no sólo de manera personal, sino también de forma comunitaria: en efecto, el amor fraterno en Cristo genera una comunidad capaz de sanar, que no abandona a nadie, que incluye y acoge sobre todo a los más frágiles.

A este respecto, deseo recordar la importancia de la solidaridad fraterna, que se expresa de modo concreto en el servicio y que puede asumir formas muy diferentes, todas orientadas a sostener al prójimo. «Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo» (Homilía en La Habana, 20 septiembre 2015).

En este compromiso cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles. […] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas» (ibíd.).

4. Para que haya una buena terapia, es decisivo el aspecto relacional, mediante el que se puede adoptar un enfoque holístico hacia la persona enferma. Dar valor a este aspecto también ayuda a los médicos, los enfermeros, los profesionales y los voluntarios a hacerse cargo de aquellos que sufren para acompañarles en un camino de curación, gracias a una relación interpersonal de confianza (cf. Nueva Carta de los agentes sanitarios [2016], 4).

Se trata, por lo tanto, de establecer un pacto entre los necesitados de cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza y el respeto mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda barrera defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la profesionalidad de los agentes sanitarios y mantener una buena relación con las familias de los pacientes.

Precisamente esta relación con la persona enferma encuentra una fuente inagotable de motivación y de fuerza en la caridad de Cristo, como demuestra el testimonio milenario de hombres y mujeres que se han santificado sirviendo a los enfermos. En efecto, del misterio de la muerte y resurrección de Cristo brota el amor que puede dar un sentido pleno tanto a la condición del paciente como a la de quien cuida de él.

El Evangelio lo testimonia muchas veces, mostrando que las curaciones que hacía Jesús nunca son gestos mágicos, sino que siempre son fruto de un encuentro, de una relación interpersonal, en la que al don de Dios que ofrece Jesús le corresponde la fe de quien lo acoge, como resume la palabra que Jesús repite a menudo: “Tu fe te ha salvado”.

5. Queridos hermanos y hermanas: El mandamiento del amor, que Jesús dejó a sus discípulos, también encuentra una realización concreta en la relación con los enfermos. Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado.

Le encomiendo a María, Madre de misericordia y Salud de los enfermos, todas las personas enfermas, los agentes sanitarios y quienes se prodigan al lado de los que sufren. Que Ella, desde la Gruta de Lourdes y desde los innumerables santuarios que se le han dedicado en todo el mundo, sostenga nuestra fe y nuestra esperanza, y nos ayude a cuidarnos unos a otros con amor fraterno. A todos y cada uno les imparto de corazón mi bendición.

Roma, San Juan de Letrán, 20 de diciembre de 2020, cuarto domingo de Adviento.

FRANCISCO