ACI Prensa
El Papa Francisco celebró este 24 de diciembre en la
Basílica de San Pedro la Misa de la Solemnidad de la Natividad del Señor en la
que señaló que así como Dios no esperó que fuésemos perfectos para amarnos,
igual debemos hacer con el prójimo y con la Iglesia.
Jesús “no cambió la historia constriñendo a alguien o a
fuerza de palabras, sino con el don de su vida. No esperó a que fuéramos buenos
para amarnos, sino que se dio a nosotros gratuitamente”, señaló el Papa durante
su homilía.
En ese sentido, añadió, “tampoco nosotros podemos esperar
que el prójimo cambie para hacerle el bien, que la Iglesia sea perfecta para
amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos
nosotros. Así es como se acoge el don de la gracia. Y la santidad no es sino
custodiar esta gratuidad”.
Ante los cardenales, obispos, sacerdotes y fieles
congregados, el Pontífice también dijo que “la Navidad nos recuerda que Dios
sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de
nosotros, Él nos dice hoy: ‘Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis
ojos’”.
“Dios –aseguró– no te ama porque piensas correctamente y te
comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti.
Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo,
el Señor no deja de amarte”.
La gratuidad del amor de Dios se manifestó en el nacimiento
Jesús en Belén hace más de dos mil años, dijo el Papa. “Mientras que aquí en la
tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis.
Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos
recompensarlo”, señaló.
“¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos
buenos, y que nos castiga si somos malos? Pero no es así. Aun en nuestros
pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es
paciente”, indicó Francisco.
En ese sentido, explicó que los pastores que fueron a adorar
al Niño “no eran santos” y en ellos “también estamos nosotros, con nuestras
flaquezas y debilidades”, y así “como los llamó a ellos, Dios también nos llama
a nosotros, porque nos ama”.
“¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder
la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido! En esta noche, el
amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios
venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo
hombre por ti, ya no estás sola!”, expresó.
En su homilía, el Santo Padre invitó a los católicos a
acoger el don otorgado por Dios, poniendo “nuestra mirada en el Niño y
dejémonos envolver por su ternura. Ya no tendremos más excusas para no dejarnos
amar por Él: Lo que sale mal en la vida, lo que no funciona en la Iglesia, lo
que no va bien en el mundo ya no será una justificación. Pasará a un segundo
plano, porque frente al amor excesivo de Jesús, que es todo mansedumbre y
cercanía, no hay excusas. La pregunta que surge en Navidad es: ‘¿Me dejo amar
por Dios? ¿Me abandono a su amor que viene a salvarme?’”.
El Papa Francisco culminó su homilía narrando una leyenda
sobre los pastores que fueron a adorar el Niño para afirmar que todas las
personas se pueden sentir amadas por Dios, así se consideren pobres de corazón.
Culminada la Misa, el Santo Padre recorrió la basílica en
procesión hacia el Nacimiento armado en su interior, donde fue colocada la
imagen del Niño Jesús. Francisco estuvo acompañado de un grupo de niños, entre
los cuales había dos menores de Venezuela.